domingo, 11 de noviembre de 2007

La Ley de la Analogía


Seguir el Camino Interno significa conocerse a sí mismo y abandonar poco a poco los defectos propios. De ahí se plantea la pregunta de cómo me puedo reconocer. ¿Cómo puedo darme cuenta de cuáles son mis comportamientos equivocados? Si me miro a mí mismo, quizás nada me llame la atención. Pero ¿todo está en orden en mí? ¿No tengo defectos? Si así fuera, tendría que poder estar tranquilo, en armonía en paz y contento a lo largo del día. Sin embargo, a menudo no es éste el caso. ¿Qué me saca de la tranquilidad? ¿Qué es lo que tal vez incluso llega a irritarme?

Todo lo que me molesta de mi prójimo, lo que me intranquiliza, lo que incluso me hace enfadar, se encuentra de forma parecida o igual en mí. La cuerda de un instrumento musical comienza a vibrar cuando le llega una vibración que corresponde a su frecuencia vibratoria. Yo soy el instrumento: Si algo me altera, si algo llega a tener resonancia en mí, esto sólo es posible porque tengo una "cuerda" análoga (parecida o semejante) en mí. En este punto mi prójimo es análogo, parecido o semejante en mí, y yo a él. De modo que la "cuerda" es una analogía o semejanza.

Si mi prójimo me altera, entonces seguro que en mí hay algo. A primera vista esto parece desagradable, pero mirándolo más de cerca, el enfado ofrece una ayuda inmensa, pues siempre que algo llegue a desencadenar un movimiento desagradable en mí, sé que... : ¡Cuidado, querido amigo, hay algo en ti que no está claro! ¡Míralo, acepta el impulso y no pierdas una oportunidad de aprender.

La Ley de la Analogía, la ley del reconocimiento, es una ley cósmica que nuestro Padre eterno, Dios, regaló a sus hijos caídos -que antaño fueron seres espiritualmente puros, que se apartaron del Hogar Eterno y que se revelaron contra Su ley universal- para que reflexionen y se reconozcan así mismos, con la ayuda y la fuerza redentora de Cristo. De modo que el prójimo es mi espejo en el que me puedo reconocer; si miro en él. Si estoy alerta, cada día me ofrece la oportunidad de reconocerme.

Una analogía superada se transforma en recuerdo (experiencia).


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